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"El hecho de ser una pava no justifica ciertas actitudes"

  • Foto del escritor: Estereotipo Writter
    Estereotipo Writter
  • 15 abr 2018
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 30 abr 2018

El miembro del colectivo sin ánimo de lucro La Plaga Cortsenca y consumidor de la cultura punk, nos habla sobre los límites del feminismo y el hembrismo dentro de esta comunidad alternativa.


Mariona Jímenez

Sentado en sillín de una batería electrónica, un porro detrás de la oreja y una guitarra entre las manos, Arnau se queja de “los putos acordes con cejilla”. Si tuviera que hablarle de él a mi abuela –y que me entendiera – le contaría que es el tipo de chico al que ella miraría con malos ojos si lo viera por la calle. Tal vez por su cresta poco arreglada, el bigote que tímidamente se posa sobre su labio superior o sus cinco aritos de plata en la oreja izquierda. Quizás por su chándal ancho y las bambas desgastadas por la lija de su patín, o por la riñonera entreabierta que le cuelga de la cintura. Pero lo que mi abuela no sabría con simplemente verle es que bajo esa figura estropeada que obliga a doblar el cuello para poder mirarle a los ojos, hay un alma guerrillera dispuesta a empezar su batalla a partir de la tolerancia.


Entre quejidos y actitudes constructivas, Uanra –así le conocen dentro de la escena alternativa– lleva tres años organizando eventos y actividades como competiciones de skate, conciertos de punk, talleres infantiles y comidas populares, todas ellas bajo una idea muy clara:


“No se tolerarán actitudes de mierda”

“No ser un puto pijo de mierda” fue lo que impulsó a Uanra a conocer a Alejo, su compañero de clase con el que empezó a patinar en el barrio de Sants (Barcelona). A raíz de su interés por el skate, empezó a crear un círculo de amigos de entre los cuales conoció a Guillem, “un puto punki con mallas de leopardo que le marcaban el culo y los cojones” y a Llorca, a quien Uanra define con pocas palabras: “creo que es la persona más loca que conozco”. La vida nocturna del distrito indujo a The Porkys –así se hacían llamar el grupo de amigos que tiempo después, y hasta el momento se llamará 1314– a disfrutar de forma activa de la música alternativa. “Antes las fiestas de barrio eran todo punk y ska. No había ni reggaetón, ni trap, ni pollas raras. Había la música que se tenía que poner. Siempre. En todas las putas fiestas”. Esas fiestas que empezaron siendo ocasiones puntuales, terminaron siendo un ritual de fraternidad entre sus colegas punkis.


Entre cervezas alzadas, consumidores de droga precoces y escenarios de quita y pon, The Porkys huían de la droga desde la inocencia, como el perro al que le teme al mar porqué nunca lo ha visto, y hallaban su lugar dentro de la escena alternativa, como el náufrago que encuentra su hogar en tierra firme. Pero incluso dentro de este ambiente dónde Uanra se cobijó bajo el compañerismo de tantos y tantas afines, me habla sobre la intolerancia.

“He visto tantas actitudes involuntarias machistas, como criticar bandas formadas por mujeres cómo Las Vulpess o sobreprotegiendo a las chicas… Es como si se diera por supuesto que no pueden protegerse ellas solas. Evidentemente si se da una agresión se actuará, pero no en vano.”

Implicándose activamente dentro de este entorno, primero como “latero” y tiempo después como organizador de eventos en el colectivo La Plaga Cortsenca, empezó a experimentar en primera persona todas esas pautas que, incluso en una escena tan supuestamente transigente como el punk, el patriarcado perpetua. Eventos con pocos miembros femeninos, insistencia sexual y presión psicológica son algunas situaciones ante las cuales Uanra ha tenido que enfrentarse. Es por eso que las mujeres dentro de esta comunidad –generalmente concienciada con el feminismo y otras formas de discriminación como la homofobia, el racismo o el especismo– reivindican activamente sus derechos. Tal vez tanto o desde una perspectiva tan radicalizada por el sexismo al que han estado sometidas durante tanto tiempo, que Uanra habla de hembrismo, “lo opuesto a o la versión femenina del machismo” según la Real Academia Española.


“Me he encontrado con situaciones en las que mujeres han creído que se les estaba tratando de determinada manera por el mero hecho de ser mujeres, pero a lo mejor simplemente son gilipollas. Más allá de ser hombre o mujer. Puede parecer muy radical, pero para mí, el hecho de ser una pava no justifica ciertas actitudes, precisamente porque trato del mismo modo a los hombres que a las mujeres.”


Apoyado en el alfeizar de la ventana y exhalando hacia afuera, se queja de la toxicidad de los extremos, aplicada a cualquier situación y me hace reflexionar con sus palabras: “A veces siento que se tendría que redefinir el concepto de feminismo”. ¿Cómo deberíamos actuar ante el feminismo que nace del rencor, de la venganza? Pero a su vez, ¿es posible brotar un feminismo basado en el perdón? ¿A caso hemos perdonado a todos los hombres que nos han silenciado durante tanto tiempo? ¿A caso nos hemos perdonado a nosotras mismas?


Y mientras todas estas preguntas bombardean mi cabeza, que desde hace un rato sólo piensa en punk, él continúa fumando mientras le miro y sigo escuchando sus quejidos, cada vez más sinceros y concretos, de “guerrillero de la tolerancia".

Fotografía: Mariona Battle Media

 
 
 

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